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LA LECTURA I LA MEMÒRIA

LECTURA I PANTALLES: BRUNO LE MAIRE, MINISTRE FRANCÈS DE FINANCES

«Llegiu. No us imagineu el plaer que sentireu. [Encara que sigui difícil avui aproximar-vos a aquest plaer perquè ha de competir amb moltes distraccions]. La lectura és un plaer immens que desenvoluparà la vostra imaginació, que us permetrà obrir-vos a mons radicalment nous en els quals no entraríeu si no fos per les paraules; que us permetrà entendre qui sou; que posarà paraules a allò que sentiu i que ni tan sols sabeu sobre vosaltres mateixos. [...] I aquestes paraules us calmaran perquè us faran comprendre que [...] no esteu sols. Una activitat solitària que us obre a la resta del món. Esteu sols, però mai esteu tan a prop dels altres com quan llegiu un llibre.»

«Llegiu. Aparteu-vos de les pantalles. Sortiu de les pantalles. Les pantalles us devoren, la lectura us alimenta. Aquesta és una altra diferència. Les pantalles us buiden, els llibres us omplen. És un combat, sí, perquè les pantalles són allò fàcil, capten la teva atenció, t'atrapen i estan molt ben organitzades: saben donar-vos, com a les rates, petits estímuls nerviosos cada 5 segons, cada 10 segons, que us obliguen a seguir enganxats a la pantalla... Però, per desgràcia, això no us permetrà desenvolupar la vostra llibertat. La literatura és una arma de llibertat. I les pantalles -no totes, aquí no parlo del cinema, parlo de les pantalles dels gegants digitals- poden convertir-se moltes vegades en instruments de submissió. Les pantalles us poden sotmetre en el vostre consum, en el vostre comportament, en les vostres pràctiques o en els vostres gestos per orientar els vostres pensaments. La literatura us dona llibertat. Les paraules us donen llibertat per construir-vos i ser qui sou. [...] Cadascú de vosaltres és únic. La literatura i els llibres us permetran descobrir fins a quin punt ho sou»



DEFENSA DE LA MEMORIA Y DE LOS CONTENIDOS

De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación. (BORGES)

La educación humanista no sólo consiste en "enseñar a aprender", en fomentar la "espontaneidad creadora del alumno", ni mucho menos en preparar técnicamente, sino también en transmitir contenidos fraguados en la dialéctica de los siglos y en desarrollar la memoria de un legado pasado que da sentido al presente y abre el paso al futuro. (SAVATER)

Una de las preguntas más absurdas que se plantean algunos pedagogos es la de si, a la hora de educar, es más importante la inteligencia o la memoria. La inteligencia es un juego, como el ajedrez, y para jugar al ajedrez son necesarias unas piezas, las cuales se guardan en una caja cuando acaba la partida. Pues bien, jugar con la inteligencia requiere también unas piezas. Estas piezas se llaman ideas, y mientras no las utilizamos quedan guardadas en una caja llamada memoria.

Esta verdad tan elemental, la de que no se puede reflexionar sobre unas ideas cuando se carece de ideas, es tan absolutamente ignorada que mucha gente presume de falta de memoria (como si memoria e inteligencia fueran inversamente proporcionales) y nadie de falta de inteligencia. Y esta ignorancia es una de las razones que nos ha llevado al fiasco de nuestro sistema educativo.

Los libros existen porque nuestra memoria es limitada, no porque el desarrollo de la memoria sea nocivo para la formación de un estudiante. También existen coches y trenes, pero no porque sea malo correr y hacer ejercicio, sino porque por mucho ejercicio que hagamos la velocidad que podemos alcanzar sin coches ni trenes es limitada. Como dice la hermosa cita de Borges que encabeza este capítulo, el libro es extensión de la memoria, igual que los demás instrumentos creados por el hombre lo son del cuerpo. Si esto es cierto, y los libros prolongan la memoria como el telescopio la vista, entonces no la sustituyen, porque no se puede prolongar un sentido del que se carece. Un libro para un desmemoriado es tan inútil como un telescopio para un ciego. Por otra parte, se consulta lo que se supo y se ha olvidado, o aquello de cuya existencia se tiene noticia, pero no se puede consultar algo si no se sabe ya algo de ese algo. Esto está, además, muy experimentado. Normalmente, cuando se dice a los alumnos que, en un examen, de matemáticas, por ejemplo, podrán utilizar el libro, los resultados son peores. Y es fácil de entender la razón. Durante el examen hojean distraídamente el libro a ver si encuentran una fórmula en la que encajen los datos del problema, y como no saben lo que están buscando, sencillamente no lo encuentran. El libro es un apoyo para la memoria, no un sustituto, pero los muchachos, en su ingenuidad, piensan que sí lo es. Ni siquiera un diccionario, el libro de consulta por excelencia, es útil para quien no tiene buena memoria. Dejemos de lado que es imposible manejarlo si no hemos aprendido previamente el orden alfabético. Si después de averiguar el significado de una palabra la olvidamos, esto es, no la incorporamos ya para siempre a nuestro vocabulario, la búsqueda ha sido una pérdida de tiempo. Del mismo modo, se puede entender perfectamente un teorema de física o un conflicto histórico, pero si acto seguido se olvida es como si no se hubiese entendido nunca. Si se quiere, se puede escribir en el agua, pero lo que se escriba va a desaparecer a medida que se escribe, y por muy razonables y sensatas que sean las cosas que se hayan escrito, es lo mismo que si no hubieran sido escritas nunca.

La base de la madurez es, precisamente, la memoria. La madurez, dicho de un modo esquemático, es la capacidad de reflexionar sobre las estupideces que uno ha hecho en el pasado, no para atormentarse culpablemente, pero sí para ser un poco menos estúpido en el futuro. Quien carece de memoria vive en un perpetuo presente y en nada pueden aprovecharle las experiencias pasadas. Es un permanente recién nacido. Bastante nos traicionan ya los recuerdos, ocultando nuestros errores y adornando nuestro pasado, como para proscribir al amigo leal (que es la memoria) y condecorar al traidor (que es el olvido).

R. MORENO CASTILLO, Panfleto Antipedagógico